Cuando está enchufado, y ayer lo estaba, es prácticamente inabordable. Rory McIlroy ha despegado definitivamente y ya mira con sonrisa malévola a Augusta y si está al mismo nivel, ojo con él. Terminaba con 64 golpes (ocho birdies, cinco de ellos entre el 13 y el 18) y con el público en pie.
Le tocaba ya volver a ganar tras año y medio con la pólvora mojada y lo ha hecho dando una demostración de solidez, pegada y consistencia máxima con el putter, que ha sido su gran aliado durante todo el torneo.
Nadie pudo con su final, ni siquiera un también renacido Bryson deChambeau, que terminaba segundo a tres golpes, con momentos realmente buenos sobre el campo pero insuficientes a todas luces. Y es que el león norirlandés lograba una y otra vez, desde el green, apagar cualquier conato de rebeldía. Golpes como el maravilloso putt desde el green del 18, idéntico al de Woods en 2008 así lo demostraron.
Y es que, con golpes como este, McIlroy demostró su hambre de victoria y estar afinando sus palos de cara al desafío de Augusta.
Justin Rose terminaba tercero, intentando apretar con 67 golpes pero quedándose a las puertas; no obstante, buen torneo el suyo y otra demostración de que está muy en forma.
Lo mejor del cuarto día del Arnold Palmer Invitational
Tiger Woods lo volvía hacer y conseguía meterse en el top 5, justo por detrás de un Henrik Stenson que perdía toda inspiración y volvía a repetir 71 golpes para ceder un liderato conseguido desde la primera jornada. Mala fortuna para el sueco y buen resultado para el norteamericano, quien volvía a bajar de 70 golpes y solo le frenaban los dos bogeys de los hoyos 17 y 18 donde, apretando sin freno alguno, cometía dos errores que le hubiesen permitido una gloria mucho mayor.
Rickie Fowler, por su parte, bastante más abajo, se iba largo con 74 impactos y caía hasta el puesto 14, mientras que Jason Day, tras un día muy acertado, volvía a ceder ante el campo (72).
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Fotos: PGA Tour