Para contar todo lo que hay que destacar de la victoria de Jon Rahm hay que ir despacio, recreándose en cada hito conseguido y en esa majestuosidad con que terminó el recorrido, pero vayamos por partes.
Lo primero, ronda de 65 golpes con dos eagles, cuatro birdies y un bogey, estaba fino, muy fino, y eso le servía para escalar desde el puesto 13º al primero, ascenso de vértigo y sin oxígeno, como el de los escaladores más puros.
Junto a él venían al rebufo dos norteamericanos, Charles Howell III (68 golpes y a la postre segundo a tres impactos) y Keegan Bradley (cuarto con una ronda de 67), pero terminaron por claudicar y dejarle solo en su remontada.
Así, con la muñeca caliente como los tiradores en racha, el de Barrika quiso terminar de la mejor manera posible: hoyo 18, salida perfecta, segundo golpe al green, aunque bastante alejado del hoyo y tercero y último putt para eagle, de 18 metros. Punto y final, aplausos y emoción desbordada.
Otro dato, apenas tiene 22 años y ya es el más joven en ganar esta cita, una que ya ganó hace una década el gran José María Olazábal. Ahora Rahm ha puesto su nombre en el de los ganadores de 2017 y habrá que tenerle aun más en cuenta, máxime tras haberse impuesto en una competición en la que han levantado ese mismo trofeo ilustres como Tiger Woods, Arnold Palmer, Jack Nicklaus o Phil Mickelson.
El putter, su mejor amigo, su gran aliado, ese palo que ha de darle muchas alegrías en el futuro, se ha convertido ya, en un arma con la que asaltar torneos. No se olviden de él, pues anuncia un futuro más que brillante.
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Fotos: PGA Tour