Había que tirar la estocada final, era el momento de Larrazábal y lo aprovechó. Era el ganador del Alfred Dunhill Championship, con todos los honores, con total merecimiento.
Pero todo eso llegó tras un comienzo y una continuación de torneo nefasto. Recapitulemos. Pablo Larrazábal salía como líder con -11 al principio de la jornada (-11), con tres de ventaja sobre el holandés Wil Besseling. Todo parecía controlado, sin rivales peligrosos, pero no contó con el campo…ni con su propia desconexión. Todo lo que parecía bajo control se vino abajo, sonaron las alarmas, llegó el pánico, pues su cómodo liderato se resquebrajó por completo en 9 hoyos.
Bogey en el 1, bogey en el 3 y bogey en el 5, tres lugares donde los días previos no había fallado nunca, y aunque sumó un balsámico birdie en el 6, en el 7, 8 y 9 volvió a cundir el pánico (doble bogey-bogey-bogey). ¿Dónde estaba su acierto de jornadas previas? ¿Dónde estaba ese punch que había desplegado sobre Leopard Creek?
El español parecía su alter ego, su otro yo sin esencia, sin disfrutar sobre el campo, sin pegada, sin sensaciones y buena culpa de ello la tuvo, como supimos después, una ampolla en el pie derecho, que le impedía caminar, que le mermó considerablemente en la primera mitad, pero que terminó superando a base de garra en la segunda.
»Si Tiger Woods puede ganar un US Open con una pierna rota, ¿qué es una ampolla? Yo puedo jugar, solo quería empujar, apretar fuerte y tirar hacia adelante, sabía que podía hacerlo. Ha sido un camino duro, pero mucha gente me ha ayudado y apoyado y sabía que aquí podía conseguirlo. Ganar aquí es muy especial, es un paraíso, es un sitio al que le tenía mucho cariño y ahora más», comentaba el flamante ganador.
A pesar de ello, no perdió la esperanza, pues por delante, aunque estaba a tres golpes ya del líder, no terminaban de escaparse, y eso le dio alas. Birdie en el 11 que le permitía sacar ligeramente la cabeza para enterrarla otra vez en el 13 con un bogey y luego, la machada final. Birdie en el 15 para cercar al líder en ese momento, Jöel Sjöholm, y pegársele totalmente en el 16 con otro birdie más por el par del sueco, quien desde el 13 no conseguiría rebajarle ni un solo golpe al campo.
Cuando todo estaba avocado a un desenlance de play-off, llegó el golpe del día. En el 18, su segundo golpe superó con soltura el lago para quedarse a unos dos metros de la bandera. Putt teóricamente facilito que, de meterlo, le daba el título y si fallaba, desempate. Con los nervios de acero a pesar de que la tensión se cortaba con un cuchillo, el barcelonés de 36 años le daba la fuerza justa a la bola y esta entraba mansa en el agujero. Título de fénix, resurgiendo, festejándolo con rabia, obteniendo así su quinto título tras aquel BMW Championship de 2015. Ha llovido mucho y esperemos que no llueva tanto para que aumente su cuenta particular.
Como decimos, Jöel Sjöholm quedaba en segundo lugar a un solo golpe, seguido de dos sudafricanos, Charl Schwartzel y Branden Grace y del citado Besseling, todos con -6, a dos golpes de Larrazábal. Renato Paratore terminó en el puesto 19 empatado junto con Eddie Pepperell; George Coetzee en el T24, Mathieu Pavon en el T42 y Ernie Els en el T64.
En cuanto al resto de españoles, Alejandro Cañizares recuperó 10 posiciones, hasta el T24, gracias a sus 74 impactos, mientras que Adrián Otaegui anduvo mucho más desacertado con su peor registro, 80 golpes, para caer hasta el T33.
Por último, en el P68, con un acumulado de +14 tras finalizar con 76 impactos, encontramos a Carlos Pigem con una última vuelta de tres birdies, cuatro bogeys y un doble bogey.
Consulta aquí la clasificación
Fotos: European Tour
