Cuando todo estaba negro, llegó la luz. Y cuando el juego era ortodoxa y objetivamente positivo, llegó la oscuridad. Una ronda de 1 sobre par protagonizada por Carlota Ciganda, y otra de +6 rubricada por Azahara Muñoz, constituyó el desenlace del estreno olímpico de las representantes españolas en Golf National, un campo que se mostró despiadado con la práctica totalidad de las participantes, sólo superado por un selecto grupo de once jugadoras que le rebajaron el par.
Carlota Ciganda y Azahara Muñoz no estuvieron incluidas en ese conjunto de elegidas. Ambas se fueron a descansar con decenas de ideas y pensamientos revoloteando en su cabeza, la consecuencia de conducir su estreno olímpico por vías relativamente semejantes que acabaron sin embargo en lugares bien distintos.
La golfista navarra salió como un ciclón, tuteó al campo -bogey para ti en el 2, birdie para mí en el 3- antes de introducirse por un túnel de destino catastrófico. Cinco bogeys en siete hoyos constituían un balance desolador. En una situación sumamente comprometida, con riesgo evidente de concluir su vuelta en la UCI, Carlota Ciganda aplicó como antídoto lo que tantas veces le ha funcionado: capacidad de reacción.
“Lo doy todo, lucho hasta el final. Jugar por España, jugar por algo más grande que tú, me anima”, citaba con los ojos relucientes de emoción al comprobar que el revulsivo había surtido efecto, tres birdies en los cinco últimos hoyos que le dan mucho oxígeno de cara a todo lo que resta de competición.
Peor le fue a su compañera Azahara Muñoz, autora de una ronda de 78 golpes (+6) lacerada por la incomprensión que genera echarse en manos del manual sin encontrar la solución a los problemas. “Lo peor de todo es que he jugado bien, pero dos bolas al agua me han penalizado en exceso”, penaba la golfista malagueña. No en vano, un birdie y tres bogeys forman parte de lo normal en una vuelta de golf… si no entran en juego dos dobles bogeys que hundieron la ronda de la española.
Todo ello en el marco del auténtico recital de birdies que ofreció Celine Boutier para poner tierra de por medio con el resto de las mortales en estos primeros 18 hoyos de competición. La golfista gala, un compendio de seguridad, acierto y decisión que solo quebrantó un bogey en el hoyo 12, convirtió en migaja ese solitario error para construir una primera vuelta de fábula de 65 golpes.
Y fue fantástica atendiendo no sólo a la valoración objetiva que puede realizarse cuando quien ejecuta la acción entrega una tarjeta de 7 bajo par, sino, más importante aún, por comparación. No en vano, la jugadora gala obtuvo una ventaja de tres golpes con respecto a la segunda clasificada, la sudafricana Ashleigh Buhai, que ganó en su momento un Open Británico Femenino, y de cinco con respecto a un cuarteto de rivales entre las que se encuentra, en teoría, una de las candidatas al triunfo final, la norteamericana Lilia Vu.
La estadounidense salvó el honor mancillado de sus compañeras Nelly Korda y Rose Zhang, que acabaron con el par. Ambas, candidatas también a medalla olímpica, forman parte del inmenso grupo de jugadoras que sucumbió a un recorrido cruel que castiga con error el más mínimo descuido. Para todas, menos esta vez para una imperial Celine Boutier.