23 de noviembre de 2024

Un Scottie Scheffler de record se lleva el oro olímpico

  • Jon Rahm, quinto clasificado, deslumbró durante diez hoyos, afianzando un liderato perdido en una segunda parte repleta de dificultades

  • David Puig concluye en el puesto 40, castigado también por una segunda vuelta aciaga que cercenó una primera vuelta sobresaliente

El norteamericano Scottie Scheffler y su insaciable voracidad ganadora se han cobrado un nuevo hito: ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de París 2024.

 

Su leyenda, engrandecida este año a base de éxitos de enorme prestigio, se cimenta a partes iguales en el qué y en el cómo, en el listado de victorias que le distinguen como el mejor del mundo en la actualidad y en la manera devastadora de obtenerlos, en esta ocasión ofreciendo una clase magistral de golf que perdurará en el tiempo.

Scottie Scheffler venía a París con una mochila cargada de triunfos -seis en la presente temporada, incluido el siempre deseado The Masters- y se lleva otro preciado tesoro que incrementa su halo de jugador indestructible en el presente año.

Su ronda final, una impoluta clase de magisterio, incluyó 9 birdies sin fallo, un nueve bajo par demoledor que cumplía con los vaticinios de Jon Rahm en la jornada previa: “para ganar no basta con hacer 1 o 2 bajo par, hay que hacer muchos birdies”.

El golfista vasco cumplió asimismo con esa obligada promesa durante diez hoyos, cuando quien ejercía de faro de todos los demás era el jugador español, que exhibía al mundo su indudable talento. Golpes de salida largos y precisos, aproximaciones extraordinarias y putt demoledores conseguían su objetivo.

Uno, dos, tres… hasta seis bajo par atravesado incluso algo más allá del ecuador del recorrido, cuatro golpes de ventaja sobre el mejor de sus rivales, incapaces todos de dotar a su juego de la eficacia ciclópea que exhibía un hoyo sí y otro también un Jon Rahm infranqueable.

Pero llegó el hoyo 11, un par 3 resuelto mediante 4 golpes. Y luego el 12, un par 4 culminado en 5 golpes. Y sólo un poco más tarde el par 5 del hoyo 14, que se negó a entregarse hasta que Jon Rahm ejecutó su séptimo golpe.

Algo en su interior se había roto, un clic doloroso que le condujo a un abatimiento prolongado más allá de la conclusión de los 18 hoyos. “Tengo que analizarlo, de todo se aprende. Lo siento mucho por la gente que en España ha seguido el golf y nos ha apoyado”.

La amplia ventaja de cuatro golpes se había evaporado de un plumazo, demasiadas concesiones para quienes, desde atrás, ejercían de perro de presa y aprovechaban para clavar el colmillo en cuanto se presentaba la más mínima oportunidad de ello.

Los gestos de alegría, entusiasmo y viva felicidad cambiaron drásticamente de bando. El monopolio de Jon Rahm fue cedido a un Scottie Scheffler inflexible y despiadado, protagonista de una remontada histórica que sobrepasó asimismo a velocidad de vértigo a quienes se hicieron merecedores de las medallas de plata y bronce, el británico Tommy Fleetwood y el japonés Hideki Mitsuyama, a uno y dos golpes del ganador, a uno y dos golpes de esa gloria olímpica que durante diez hoyos de la última jornada perteneció en exclusiva a Jon Rahm.

Un hoyo aciago que dinamita una notable actuación

Durante buena parte de esta última jornada, David Puig cooperó a incrementar las buenas sensaciones españolas, construyendo personalmente una actuación brillante que le permitió acariciar el Top 10 y, quién sabe, un posible diploma de haber mantenido su loable racha de aciertos inicial.

Sí, erró en el 4, un bogey que durante mucho tiempo se convirtió en anécdota, compensado largamente por una ristra de birdies que parecían no tener fin (hoyos 6, 7, 9, 10, 11 y 14), hasta el punto de que, por momentos, se distinguía como el jugador más acertado de la ronda con 5 bajo par.

Pero llegó el hoyo 15, un lugar del campo con destacada presencia de agua donde David Puig, literalmente, se ahogó. Tres veces la bola al líquido elemento generaron una enorme penalización, 9 golpes que diluyeron el sobresaliente trabajo realizado hasta el ese desdichado punto. Peor aún, la conmoción parecía no tener fin, con dos dobles bogeys finales que empañaron un registro, puesto 40, que pudo ser mucho mejor.

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