El fichaje de Jon Rahm por el LIV Golf ha puesto patas arriba todo el mundo del golf. Como hizo hace muchos años su idolatrado Seve Ballesteros.
Ahora imaginemos que todo hubiera sido diferente. Imaginemos un mundo en el que el PGA Tour junto con el DP World Tour se mantuviera prácticamente intacto, sin pleitos, sin perdida de sus jugadores, sin malos rollos, sin suspensiones y sin reputaciones arruinadas.
Imaginemos un mundo en el que los torneos regulares del circuito y la postemporada se jugaran de enero a agosto y fueran seguidos, durante lo que una vez conocimos como la temporada baja del golf, por una docena de eventos en los que participaran los 48 mejores jugadores del mundo, divididos en 12 equipos. Financiados de forma independiente, pero con la bendición del Tour. Disputados en todo el mundo y retransmitidos en algún lugar que no fuera YouTube.
Parece sencillo y factible ¿verdad? Más dinero para los que realmente promocionan el golf, es decir los jugadores. Aunque, quizá, no los cientos de millones con los que el PIF ha regado a un número pequeño de estrellas, junto una nueva competición que atrajera a nuevos aficionados al golf. Todos salen ganando, ¿no?
Para Jay Monahan, Comisionado del PGA Tour, el resto de los directivos del circuito y algunas de sus superestrellas, había dos factores que lo hacían inviable. Uno, la fuente de financiación de la nueva liga un fondo soberano de un país que hacía muy poco por respetar los derechos humanos. Por no hablar del supuesto asesinato de un periodista en una de sus embajadas, y dos, la presencia de Greg Norman como director general, un jugador nada respetado por sus compañeros de profesión.
Monahan tampoco ha sido un dechado de virtudes en este asunto. La forma en que llevó la negociación con los saudíes a espaldas de sus asociados junto con la manera de presentar el acuerdo marco el pasado 6 de junio pudo, y debió, costarle el puesto.
¿Ahora qué? Aquí estamos con Jon Rahm habiendo recibido 550 millones de dólares para dejar el PGA Tour por LIV y los máximos protagonistas Jay Monahan y Al-Rumayyan reuniéndose, de repente, antes de la fecha límite del 31 de diciembre para convertir su acuerdo marco en algo real. Y ahora que el circuito ha dado un giro radical desde junio y se ha mostrado dispuesto a aceptar el dinero saudí, lo que seguramente ha facilitado la decisión de Rahm, quizá lo único que le quede al circuito sea llegar a un acuerdo que garantice que los torneos del PGA Tour y los de la LIV no entren en conflicto.
Esto dejaría al PGA Tour en una posición de debilidad financiera respecto al LIV. De ahí la noticia de una nueva busqueda de inversores llamada Strategic Sports Group que lo apuntalará financieramente, lo que no es poca cosa dado que se ha pedido a los patrocinadores de los torneos que aumenten su gasto, lo que ha llevado a Wells Fargo, que lo apoyaba desde hace tiempo, a renunciar al evento con sede en Charlotte, en el Quail Hollow Club. Pero eso no es suficiente para competir financieramente con el PIF. Si otros grandes nombres siguen a Rahm, y las compuertas se abren de verdad. El circuito probablemente no tendrá más remedio que permitir a sus miembros competir cuando y donde quieran, torneos del LIV incluidos.
Así que la jugada que le queda a Monahan es ceder ante el LIV. Utilizar su considerable experiencia operativa y de marketing para hacer que el producto sea mejor y más cohesivo, para garantizar que las mayores estrellas del golf no tengan trabas cuando llegue enero.
De lo contrario ¿cuánto más puede soportar el PGA Tour? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que las audiencias de sus eventos disminuyan hasta el punto de que más patrocinadores huyan? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que la mayoría ignore el golf fuera de los cuatro majors? ninguno de los cuales, por cierto, controlan el PGA Tour o LIV Golf. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que este hastío afecte al crecimiento del golf amateur? Eso si sería una verdadera tragedia.