Comía ayer con unos amigos, por cierto, miembros del recién creado Club de Golf Sin Campo Amigos de St. Andrews, (sigan atentos a GolfConfidencial.com ya que pronto habrá novedades al respecto), cuando debatíamos sobre quien era el principal favorito para ganar en el Augusta National (@TheMasters).
Yo aposté a seguro: Rory McIlroy (@McllroyRory). Ante mi sorpresa, alguien, puso sobre la mesa el nombre de Tiger Woods (@TigerWoods), puesto que de momento, ni está ni se le espera. Más aún, ayer salió, por primera vez desde 1996, de los cien primeros del ranking mundial.
A continuación, mi buen amigo Eduardo Vizcaíno (@VizcainoEduardo) apostilló que Álvaro Beamonte (@canido0411) habría pronosticado que Tiger ganaría un grande este año. Yo no lo creo y así se lo dije. “Vas a saber tu más que Álvaro”, me espetó. No, Dios me libre, pero creo que el gran profesional hizo este pronostico en el mes de noviembre, antes de la espantada de Woods en Torrey Pines.
Nadie puede discutir al ganador de 14 grandes. Sería del genero tonto hacerlo pero, en la actualidad, mucho han de cambiar la cosas para que aquel Tiger que conocimos, de primera mano en directo, entre el 1998 y 2007, vuelva a los campos de golf.
No es el mismo. Ni por edad, ni por condición física. Y mucho menos aún por condición mental. Si por algo destacó Tiger Woods frente a sus rivales fue por una condición mental a prueba de bombas. Hoy se le ve inseguro, con todos los palos de la bolsa y contra eso no hay una solución que haya funcionado y menos cuando se está a punto de alcanzar la cuarentena. Su reto era y es alcanzar al Oso Dorado, Jack Nicklaus (@jacknicklaus), que con sus 18 grandes si estará presente en la ceremonia de inauguración del Masters de Augusta el próximo nueve de abril.
Y para su desgracia y del golf mundial, atrás quedan esos maravillosos años.
@oaks63