23 de noviembre de 2024

El triunfo del talento

El triunfo del talento

Cuando Rory McIlroy besó la “Claret Jug” en el green del 18 del Royal Liverpool parecía aquel joven jugador de pelo revuelto, al que la “armada” española bautizó con el nombre de “rociito” y destilaba puro golf en cada golpe.

Desde su irrupción en el European Tour hasta Hoylake, han pasado casi diez años. En todo ese tiempo, nadie ha dudado de que su destino era escribir páginas de triunfo en el golf mundial, percepción que se confirmó en 2011 cuando, a falta de la última jornada, lideraba el Masters de Augusta con un juego majestuoso. Cierto es que la caída fue estruendosa. Nadie olvidará los 80 golpes de la jornada decisiva. Todo se vino abajo, le llovieron las criticas, justas e injustas. Meses después, las devolvió con clase y categoría ganando el Abierto de los Estado Unidos, y un año más tarde, el PGA Championship.

Nuevamente, en la cresta de la ola, aclamado por aquellos que le habían vilipendiado, pero no se sabe bien el motivo, Rory se empeño en dar razones a sus detractores, volvió a esfumarse de la parte alta de las clasificaciones. Se habló de sus relaciones personales, de perdida de confianza, su swing reflejaba con meridiana claridad las penumbras de su estado.

Todo el 2013 fue un desastre. Anunció su boda con la tenista Wozniacki. Meses más tarde, su ruptura, prácticamente frente al altar. Una vez más, le auguraban el desastre. Nadie contó con su talento. Ganó el PGA Championship en Wentworth.

Ayer, con otro talento del golf con menos suerte pisándole los talones, besó la “Claret Jug” y se convierte, junto a dos leyendas del golf, Jack Nicklaus y Tiger Woods, en el jugador con tres grandes en su haber a los 25 años. Está a un paso de entrar en la élite de mitos con un “Grand Slam” en sus vitrinas.

Tiene tiempo y, sobre todo, un gran talento.

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