Este fin de semana ha tenido lugar en Carolina del Norte el Abierto Femenino de los Estados Unidos. El recorrido número 2 de Pinehurst, diseño de Donald Ross, ha visto como las mejores jugadoras del momento han peleado por un título de gran prestigio.
Al final, se llevo el trofeo Michelle Wie. Muchos pensaban, yo entre ellos, que esta jugadora que para el gran público se dio a conocer hace diez años como un prodigio del golf femenino llegando, incluso, a participar en torneos masculino, se iba perder por el camino.
Nunca se dudó de su talento, de su clase con un palo de golf, cuando con dieciséis años accedió al Ladies PGA Tour. No podía esconder que estaba hecha para jugar a este deporte.
Sin embargo, quizá mal aconsejada, quiso llegar a la cima muy deprisa y tomó decisiones que, en ocasiones, no favorecieron su crecimiento como jugadora. Es de recibo reconocer que se ha sobrepuesto a todo y a todos y hoy luce orgullosa el trofeo del abierto de su país.
En Pinehurst compartió vestuario con otra joven estrella de once años, Lucy Li. Una niña que se clasificó por derecho propio para jugar el torneo. Una nueva pequeña estrella. Sin el portentoso físico de Wie, quizá no cometa los errores de esta y pueda crecer y formarse como jugadora. En caso contrario, tiene muchas papeletas para perderse por el camino y pasar a engrosar la lista de fracasos de jóvenes estrellas.
¿Quién se acuerda de Ty Tryon?, llamado a desbancar al mismísimo Tiger Woods, otra estrella infantil, por cierto. Irrumpió con fuerza en Pebble Beach en 2010 y hoy deambula por circuitos menores. Un ejemplo a tener en cuenta.
Muchos son los jóvenes aspirantes que, a la hora de la verdad, se quedan en “estrellas fugaces”.