Merion tiene el aroma clásico de los diseños antiguos. Es un recorrido que te reta golpe a golpe. Es cierto que se ha quedado corto para los tiempos actuales, pero ya verán como no desmerece en absoluto ante los grandes jugadores del siglo veintiuno.
En estos días, estamos acostumbrados a ver jugadores atléticos que basan gran parte de su juego en el poderío de sus golpes y en el conocimiento milimétrico del campo al que se han de enfrentar. Merion les desafiará desde el primer tee de salida. Aquellos que solo piensen en el driver, se equivocaran una y otra vez. Aquellos que sepan usar con versatilidad su bolsa, tendrán muchas opciones.
Además, los mimbres. Si algo caracteriza a nuestro deporte es la bandera que espera a los jugadores en cada hoyo. Santo y seña del green que indica. Aliada en muchas ocasiones, esquiva en otras. Con información precisa desde donde sopla el viento y hacía donde se ha de apuntar. En en Merion, todo ello no tiene sentido, o tal vez si. Este singular campo de Philadelphia usa desde sus primeros tiempos cestos de mimbre en lugar de banderas que obligan al jugador a sentir el viento, a imaginar un segundo golpe sin una información vital en los tiempos actuales que les va a obligar a tirar de experiencia y talento.
Sin duda, Merion es un campo para comprobar los mimbres con que están hechos los grandes jugadores de hoy en día.