El enfrentamiento viene de lejos. La primera vez que ambos se vieron las caras en un gran torneo, fue allá por el 97 en el Masters de Augusta. Bien es cierto que Tiger era ya una estrella en el firmamento del golf, que iba a enfundarse su primera chaqueta verde y Sergio un prometedor amateur que se impuso entre los de su condición.
Desde entonces, los gestores de la carrera del castellonense siempre intentaron unir la figura de Sergio como alter ego del californiano. La estrategia dio sus frutos y el mundo del golf vio en García, durante mucho tiempo, un contrincante a la altura de Tiger.
El “niño” a punto estuvo en el 99, en Medinah, de discutir al entonces indiscutible número uno del mundo la victoria en un grande. Aquel increíble golpe del árbol maravillo a los presentes que enfervorecidos recibieron a Sergio como un campeón en el 18, aunque Tiger, desde la calle del mismo hoyo, tuviera en sus manos el golpe de la victoria.
Desde entonces, varias han sido las ocasiones en que se han jugado un grande cara a cara. En todas ellas, la frustración cayó del lado del español. Hasta tal punto que hace algo menos de un mes, en la presentación de un laboratorio de su marca patrocinadora afirmó que ganar un grande no cambiaria su vida.
Esta semana han vuelto a verse las caras, con incidente incluido. Tiger comentó que no es extraño ver a Sergio quejarse en un campo y Sergio argumentó que si el hubiera firmado una tarjeta errónea hubiera cogido sus palos y se habría marchado a casa.
Nada nuevo en el horizonte.
Tiger con su trofeo y Sergio en el agua.