Aquí es donde Francis Ouimet, un aficionado de 20 años que creció al otro lado de la calle, venció a dos de los mejores jugadores del mundo en el Abierto de Estados Unidos de 1913. Es donde el equipo de Ben Crenshaw en la Ryder Cup de 1999 iba perdiendo por 10-6 y dijo: «Soy un gran creyente en el destino; tengo un buen presentimiento para mañana». Sus palabras precedieron a una remontada histórica de su equipo.
El sábado por la noche, compartiendo el liderato y preparándose para entrar en la ronda más importante de su vida, el inglés Matt Fitzpatrick, normalmente de voz suave, que ganó el U.S. Amateur de 2013 en The Country Club con su hermano pequeño, Alex, en la bolsa, pronunció una frase tan portentosa como la de Crenshaw que lo único que le faltaba era aquella horrorosa camiseta.
«Creo que me da una ventaja sobre los demás, sí», dijo Fitzpatrick sobre la semana en la que comenzó su carrera. «Lo creo de verdad».
Al igual que Crenshaw, tenía razón. En el mismo campo en el que experimentó el despertar de su carrera, saboreó otra victoria más grande, con una tarjeta de 68 en la ronda final para ganar el Abierto de Estados Unidos por uno sobre Scottie Scheffler (67) y Will Zalatoris (69). Es la primera victoria de Fitzpatrick en el PGA Tour, y se convierte en el decimotercer jugador y primer no estadounidense en ganar el U.S. Amateur y el U.S. Open. También es el segundo, después de Jack Nicklaus en Pebble Beach, en ganar ambos en el mismo campo.
«Me encanta jugar en este campo de golf», dijo Fitzpatrick, cuyo golpe maestro fue un birdie desde justo fuera a unos quince metros en el hoyo 13. «Se adapta muy bien a mí. Se adapta bien a mi juego. He estado jugando bien durante un tiempo, y creo que todo encajó en que éste era el lugar donde iba a suceder.»
Will Zalatoris, que perdió los desempates en el Farmers Insurance Open (Luke List) y el PGA Championship (Justin Thomas) a principios de esta temporada, y que también buscaba su primera victoria en el Tour, tuvo un putt para birdie en el 18 para forzar el desempate, pero se fue muy cerca del borde izquierdo. Billy Foster, el caddie de Fitzpatrick, que nunca había ganado un major, se bajó la gorra sobre la cara. Fitzpatrick le abrazó antes de dirigirse a su madre, su hermano y su padre. Se rió y se secó las lágrimas.
“53 hoyos muy buenos, y en los últimos 19, +6”. Así definió Jon Rahm (+1 al total) su trayectoria en el US Open en The Country Club. El vasco se fabricó una buena opción de revalidar título, pero en ningún momento de este domingo ha parecido sentirse lo suficientemente cómodo como para pensar en él como ganador en The Country Club.
Amanecía en Brookline con Jon Rahm a un solo golpe de la cabeza. Y esto, unido a su ‘feeling’ con este campo, era un buen motivo para apostar por él de cara al asalto final. Sin embargo, su vuelta se torció rápido. De hecho, como él mismo apuntó, comenzó a torcerse con el doble bogey al 18 del sábado que le privó del liderato provisional.
El domingo apenas sí pudo concretar un birdie, al 11, y vio como sin jugar mal los bogeys se iban multiplicando, cinco al total para una tarjeta de 74 golpes (+4).