La preparación de un U.S Open tiene marca registrada. Calles estrechas, un rough duro y alto con greenes firmes y rápidos. Sobrevivir a un campo así es complicado cuando juegas a tumba abierta. DeChambeau comenzó y terminó jugado de ese modo.
El West Course tiene bien ganada su fama. Aunque siempre deja una puerta abierta a quien sepa dominar sus calles, al viento y al desagradable rough. En 2006 Geoff Ogilvy consiguió el titulo con cinco bajo par. En 1974 Hale Irwin, en una edición conocida como “La masacre de Winged Foot” anoto un menos siete tras cuatro rondas.
El científico loco, con espalda de un estibador del puerto de Nueva York, silenció a sus detractores abriéndose paso entre la calles del West Course a mamporro limpio, entregando una vuelta de 67 golpes para un total de seis bajo par, los mismo que obtuvo de ventaja sobre Matt Wolff que terminó segundo.
DeChambeau calculó que su velocidad y fuerza lo salvarían en el grueso rough, sus otros talentos, incluyendo el toque estelar en y alrededor de los greens, harían la diferencia. Su agallas y su ética de trabajo tampoco le perjudicaron.
A pesar de coger sólo 23 de 56 calles, DeChambeau igualó o rompió el par en cada ronda, con sus 69-68-70-67 el único competidor que terminó en rojo en la calsificación final.
«Por muy difícil que fuera la presentación de este campo de golf, lo jugué maravillosamente», dijo DeChambeau. «Incluso desde del rough, fui capaz de manejar mi juego llevando la bola al lugar correcto del green. Mi putt fue inmaculado hoy. Mi control de velocidad, increíble. Trabajo muy duro en mi control de velocidad”.
Rafa Cabrera-Bello entregó su peor vuelta en la última ronda. 78 golpes para finalizar en el puesto vigésimo tercero. El mismo lugar que ocupa Jon Rahm que no terminó de cogerle el aire al recorrido y al torneo.
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Fotos: US Open y PGA Tour
