A primera hora del día, un grupo de jardineros y personal de mantenimiento, salían de la casa club de Erin Hills y se dirigían a los hoyos 4, 12, 14 y 18 equipados con máquinas cortacésped, cubos y demás material para cambiar la cara al recorrido.
Normalmente el US Open tiene fama de complicado y en un recorrido como este la historia no estaba lejos de producirse, con hierba que, fuera de las calles, crecía más allá del medio metro de altura.
Pero ahora, tras el trabajo de los jardineros, toda esta hierba ha desaparecido y las calles han visto ampliada su anchura de manera ostensible, haciéndolo más asequible, especialmente para los pegadores.
Hombres como Jordan Spieth no han terminado de entender la medida, y otros como Jason Day tampoco, ya que aunque el campo sea duro, «no puedes quejarte porque un US Open sea un test muy duro físico y mental, es el sello de este torneo».
Parece que en el retrovisor están las críticas a lo ocurrido hace dos años en Chambers Bay sobre este mismo asunto, si bien en este campo es mucho más factible coger las calles, algo que por la calidad de la terna de aspirantes no debería acarrear problema alguno, máxime ahora con unas calles mucho más anchas.
Recorrido ahora más que nunca, para pegadores, por lo que habrá que estar atentos a nombres como Rory McIlroy, Dustin Johnson o Jon Rahm, que se mueven muy bien en estas lides.