La entrada de Tiger Woods en la 88ª edición del Masters fue en el tipo de ambiente dominical que él aprecia: una tarde de soledad bajo un sol radiante, con pocas interrupciones y sólo unos pocos palos en la mano.
Si cree que este paseo de nueve hoyos para jugar al chip y al putt en los intrincados greens de los nueve primeros hoyos del Augusta National es una forma extraña de empezar a prepararse para su 26º Masters, revise su historia.
Hace sólo cinco años, Woods llegó tarde el domingo e hizo exactamente lo mismo en Augusta: chipping y putt en los primeros nueve hoyos, y le funcionó bastante bien. Hizo 70-68-67-70 y ganó su quinta Chaqueta Verde.
Esto no quiere decir que la historia vaya a repetirse este año, pero a sus 48 años Woods sigue llamando mucho la atención. Por eso, cuando las caras conocidas -muchas de ellas de campeones anteriores- se cruzaban detrás de la Casa Club, justo al lado de los greenes 9 y 18 y de los tees 1 y 10, se respiraba un murmullo palpable en el ambiente.
«¿Has visto a Tiger?», preguntó Ben Crenshaw, campeón del Masters de 1984 y 1995. «Está ahí fuera».
Fred Couples se paseó por el green del hoyo 18, Scottie Scheffler salió a jugar una ronda de prácticas con su hermana Molly, y los ex campeones Mark O’Meara y Tom Watson practicaron un poco a última hora de la tarde. Todos ellos pudieron ver en algún momento al pentacampeón, que salió al campo hacia las 15.00 horas.
Acompañado sólo por su viejo amigo Rob McNamara, vicepresidente ejecutivo de TGR, Woods caminó libremente y fue diligente en su trabajo alrededor de los greens. En varios momentos se encontró con Tom Kim y más tarde con Jason Day. Pero en cada ocasión, los jugadores -que estaban golpeando todos los palos de sus bolsas- se despidieron de Woods y le dejaron trabajar en su juego corto.
A medida que la presencia de Woods captaba más miradas y se corría la voz, las sonrisas se ensanchaban. No hicieron falta palabras. Siempre es mejor cuando Woods está entre los participantes del Masters.