La cuarta jornada no empezó como hubiera deseado. Bogey en el primer hoyo. Un jarro de agua fría, sobre las expectativas de ponérselo difícil a Dustin Johnson. Se recuperó con un birdie en el dos.
Desde ese momento un secuencia plana en su tarjeta. Siete pares consecutivos. Para un jugador de carácter, como lo es Jon, nada peor. Necesita movimiento. Llegó en el décimo hoyo, en sentido contrario al esperado. Bogey. Jugaba, en ese momento, sobre par en el día. Lo peor aún estaba por llegar. Doble bogey, en el emblemático hoyo 12, donde antes un tal Tiger Woods se había liado hasta firmar un diez.
En ese punto donde los jugadores de nivel medio bajan los brazos y esperan con resignación la sentencia final. Los grandes se vienen arriba. Tres birdies y un eagle hasta el hoyo 18. Una pena el bogey del diecisiete que para nada empaña la reacción del vasco.
Diez bajo par y un séptimo puesto final. No, no ha sido el Masters de Rahm. No hay que preocuparse, los rectores del Augusta National saben que, tarde o temprano, tendrán que tomarle las medidas.
