España, anteriormente, había acabado en el segundo puesto en las ediciones de 1989 y 2004, un palmarés asimismo adornado con seis oros (1980, 1990, 1996, 1997, 2002 y 2011) y cinco bronces (1982, 1983, 1993, 1994 y 1995), palpable constatación de un protagonismo que convierten a los españoles en permanentes protagonistas de esta competición.
España se enfrentó con éxito a Irlanda en la primera eliminatoria en pos del título, a la que derrotó por 5-2, y, posteriormente, a Italia, a la que superó por idéntico resultado.
Ya en la gran final, batalló sin descanso para remontar un 0-2 adverso tras la disputa de los foursomes que se convirtió en un reto de características épicas a punto de ser culminado tras una reacción conjunta de las que hacen época. Faltó un putt, apenas unos pocos centímetros para consumar la gesta.
Dominio danés en los foursomes, 0-2
Dinamarca se adelantó a España por 2-0 tras la celebración de los partidos por parejas. En el primero de ellos, Frederick Korsgaard y Rasmus Needggard controlaron en todo momento la situación a pesar de los esfuerzos de Eugenio López-Chacarra y Gonzalo Leal por revertir una situación crecientemente complicada.
Siempre por detrás en el marcador parcial, aunque a corta distancia, la pareja española encontró la fórmula para igualar el duelo en el hoyo 13, punto de partida de una buena reacción danesa que, mejor que los españoles en los dos siguientes hoyos, fue a la postre decisiva antes de apuntarse el primer punto de la gran final por 3/1.
Más desconcertante aún fue el choque entre Alejandro Aguilera – Eduard Rousaud frente a Oliver Hundeboll – Rasmus Hojgaard. Los españoles, como en las eliminatorias anteriores ante Irlanda e Italia, salieron como un tiro, anotándose los tres primeros hoyos, dramático punto de inflexión de un racha enteramente danesa, cuatro hoyos consecutivos de dominio nórdico que se ampliaron aún más en los siguientes, hasta el punto de que la situación, cada vez más tensa, acabó por romperse definitivamente en el hoyo 15 (3/2) a pesar de los esfuerzos de la pareja española por encontrar ese juego dinámico que tantos réditos generó en jornadas anteriores.
Lucha sin cuartel hasta el último suspiro en los partidos individuales
Obligados a ganar al menos cuatro de los cinco partidos para colgarse la medalla de oro al cuello, los españoles afrontaron desde el primer duelo individual un objetivo posible pero arduo dada la calidad exhibida por los jugadores nórdicos durante los foursomes.
Alejandro Aguilera, un auténtico ciclón ante Kristoffer Max, al que derrotó sin paliativos por 5/4 en una demostración de fuerza y acierto, y Eduard Rousaud, asimismo bastión inexpugnable para el danés Frederick Korsgaard, al que eliminó por 3/2 tras dominar con claridad durante todo el recorrido, sumaron dos valiosos puntos para España que dieron alas al resto de sus compañeros, quienes aunaron aciertos en el momento justo, en la recta final de un enfrentamiento taquicárdico, para poner a Dinamarca contra las cuerdas a pesar de que Rasmus Hojgaard, más inspirado que Ignacio Montero a lo largo de la ronda, puntuó para los daneses al imponerse en este duelo parcial por 3/2.
La situación, dramática, sacó a relucir lo mejor de sí mismos a los españoles que quedaban en el campo. Borja Martín, siempre a rebufo de Oliver Hundeboll pero a mínima distancia, superó su roqueña resistencia en la recta final, una loable reacción que concluyó con un maravilloso eagle premiado con nuevo punto para España y una atronadora ovación.
Los gritos de júbilo se escucharon en el único partido que quedaba en liza, Gonzalo Leal frente a Rasmus Neegaard, un choque trepidante, dominado por la mínima por parte danesa, que llegó a la última bandera tras un maravilloso putt embocado por parte del golfista español en el hoyo anterior.
Luego se produjeron dos fantásticas salidas, dos maravillosos golpes de aproximación, dos buenos putts, apenas unos pocos centímetros de diferencia que inclinaron la balanza, definitivamente, del lado danés.
Foto y fuente: RFEG