El torneo ha sido espectacular, un claro ejemplo de pelea, de continuo marcaje, de intensidad, de golf en estado puro. La Solheim Cup demostró toda su fuerza en una última jornada en la que los nervios se notaban en cada golpe, en la que la concentración reinaba en las jugadoras y en la que un nombre sobresalió por encima del resto: el de Suzann Pettersen.
Ya avisamos que los individuales iban a ser más decisivos que nunca y ahí se demostró que Europa, a pesar de tener peor ranking, hizo funcionar mucho mejor su maquinaria. El día partía con empate a ocho y siguió así hasta el final. Carlota Ciganda vencía con bastante sufrimiento (en el 18) en su duelo con Danielle Kang (1up) pero le devolvía el golpe el combinado yankee gracias a Nelly Korda y su triunfo por 2up ante Caroline Hedwall.
Pegaba, acto seguido, dos estirones Europa con los puntos de Georgia Hall (2&1 ante Lexi Thompson bastante inesperado) y de Celine Boutier (2&1 ante Annie Park), haciendo cada una de ellas 4 puntos de 4, impolutas en la estadística, para después Estados Unidos volver a coger fuerza con las victorias de Angel Yin (2&1 ante Azahara Muñoz), Lizette Salas (1up ante Anne Van Dam) y Jessica Korda (3&2 ante Caroline Masson), además del empate entre Megan Khang y Charlie Hull.
Necesitaba Europa recuperar la autoestima y el fuego de artillería, algo que consiguió con la ajustada victoria de Bronte Law ante Ally MacDonald (2&1) y la más contundente de Anna Nordqvist por 4&3 en detrimento de Morgan Pressel.
Y llegaba el último partido, el que iba a decidir el título. Frente a frente Suzann Pettersen, una veterana que había estado mucho tiempo fuera de la competición por su objetivo de ser madre y que tras su vuelta no había conseguido superar el corte (en este mismo campo, en el Open de Escocia), quedó 59ª en el torneo de Canadá y en Portland tampoco llegó al fin de semana. Malos precedentes, pero Pettersen está hecha de otra pasta.
La derrota de Van Dam no estaba entre las previstas y eso encendió todas las alarmas en el bando de Catriona Matthew quien, a pesar de todo, confiaba en su AS en la manga, Pettersen, a la que suplicó ir a la Solheim y le acabó dando la razón. Estados Unidos estaba a solo medio punto de quedarse con la copa, la saboreaban, la tocaban casi.
Llegó Pettersen con Marina Alex al 18, a cara o cruz, vida o muerte, gloria o fracaso, pues la jugadora noruega estaba obligada a ganar el hoyo, sí o sí. Su tiro con los hierros fue de dulce, pasando la bola por encima del agujero y, con un retroceso imperial, se quedaba a escasos dos metros de entrar. Por su parte, Alex forzaba también con otro buen tiro (aunque no tanto como el de la europea) y dejaba la bola algo más lejos, a unos tres metros.
Siguiente golpe, ya con el putter entre las manos. La yankee lo tiraba bien, pero la bola no quiso ir por la línea y falló, había esperanza; Suzann se concentró, cogió el palo, estudió el golpe y con la fuerza justa, la bola rodó, poco a poco, directa al hoyo, y entró. Delirio, aplausos, gritos, celebración. La Solheim era europea.
Europa cerca el marcador respecto a Estados Unidos. Sexta victoria para ellas por las diez que llevan las norteamericanas, demostrando que son un equipo muy fuerte y que tiene importantes jugadoras (Hall y Boutier) de cara al futuro.
