Para poner a nuestros lectores en situación, les comentamos que Jon Rahm pega el golpe de salida y se va a la izquierda, a la zona de rough. Los marshal no marcan como deberían la bola y al caminar buscándola, nota que algo golpea en su pie, la bola. Nadie se había dado cuenta, ni su caddie, ni el público, ni su compañero de partido, nadie, pero él, fiel a sus ideas, llama a un árbitro y le dice que ha notado que algo ha tocado su pie, que se había dado cuenta que era la bola pero que no sabía si la había movido, pues pensaba que estaba más lejos.
Como el árbitro solo tiene las palabras del vasco, ni siquiera el apoyo de las cámaras y, por ello, como no saben si la ha movido o no pero sí la ha tocado, Rahm recibe una penalidad por, en teoría »moverla de su lugar original». Acto seguido, tiene que jugar desde su posición original pero como nadie lo sabe, tocó dropar. Aun así, logró salvar el par.
Algo que enseñar desde las escuelas: ante todo, sinceridad contigo mismo, con el juego y con los rivales.