Rory McIlroy ha vuelto a deslumbrar y lo ha hecho con la que, en teoría, es su arma más débil, el juego corto. En el PGA Tour Championship se ha propuesto mostrar la versión 2.0 del mismo.
Última ronda con 64 impactos con eagle, cinco birdies y bogey con un momento épico en el hoyo 16. Pongámonos en situación: más de 100 metros al hoyo, un golpe obligado de meter para forzar el desempate y todo ello con máxima tensión. Golpeo suave y la bola dentro, en medio de los aplausos del público y el grito del norirlandés, sacando toda la rabia que tenía dentro y de ahí, al desempate.
Allí, con Kevin Chappell y Ryan Moore, se lo jugaron en cuatro hoyos, cayendo en el primero Chappell y apretando Moore hasta el final, donde un par suyo por birdie de McIlroy le daban el triunfo y la gran recompensa de 10 millones de dólares.
Quien peor salió parado fue Dustin Johnson, con una última vuelta de 73 y todo el trabajo de días previos tirado por la borda (dos birdies, tres bogeys y un doble bogey), además de la bolsa millonaria.
Dentro del top 10 quedaban también Justin Thomas (T6 con 67 golpes) y la remontada de seis posiciones de Adam Scott, hasta el puesto octavo.
Algo más atrás, Bubba Watson recuperaba terreno con un acumulado de -2 y Jordan Spieth cerraba la competición con 68 golpes en el puesto 17.