Golf Confidencial . El vuelo chárter que trasladaba a la mayoría del equipo europeo (los que viven en Chicago y Florida viajaron por su cuenta) de Chicago a Londres partía a las 08:45h, debiendo estar los pasajeros preparados en la recepción del hotel a las 05.30h. Los “muchachos” de Olazábal prefirieron prolongar la fiesta hasta dicha hora en lugar de irse a la cama, ya tendrían suficiente tiempo para descansar en el avión.
La alegría en el Team Room era desbordante: jugadores, mujeres y caddies bailaban, reían, cantaban y se abrazaban al ritmo de la música. Intercalaban “Olé, olé, olé, olé” con “We are the Champions” o “Que viva España”, entre otras muchas canciones. Miguel Ángel Jiménez e Ian Poulter eran los más animados, los que llevaban la voz cantante y a quienes los demás seguían en el baile.
Jugadores de carácter reservado y poco dados a gestos de euforia, como Francesco Molinari o Martin Kaymer, daban rienda suelta a sus emociones gritando y bailando como nunca antes lo habían hecho. En un momento dado, Kaymer, muy emocionado, se echó a llorar en los brazos de su Capitán Olazábal, quien unas horas antes se le había acercado en el hoyo 16 advirtiéndole: “Martin, necesitamos tu punto, no sé cómo pero gánalo”. Martin había logrado el valiosísimo punto que daba el empate a Europa.
Silencio sepulcral en el Team Room de Estados Unidos
Para acceder al Team Room del equipo europeo, situado al fondo de un largo pasillo, había que pasar primero por el de Estados Unidos, donde, la noche del domingo, el silencio era sepulcral. Impresionaba. Ningún sonido traspasaba aquella puerta. La desolación y tristeza era total en el bando estadounidense. Davis Love III, su mujer y la de Phil Mickelson, se acercaron un momento al Team Room de los europeos para despedirse marchándose enseguida. La amistad, el respeto y el cariño que se profesan Olazábal y Love, perdurará a pesar de la derrota.
Bradley y Furyk ausentes, con la mirada perdida.
¡Había que ver a Bradley y Furyk al día siguiente! El lunes 1 de octubre por la mañana, Keegan Bradley –quien resultó ser el “killer”, el “poulter” del equipo de Estados Unidos- y Jim Furyk deambulaban por los pasillos del hotel ausentes, noqueados, con la mirada perdida y en absoluto estado de shock, como reconoció encontrarse su Capitán la tarde anterior. Impactaba ver tan hundidos a dos de los mejores jugadores del mundo, ambos ganadores de Grandes. A Davis Love III, a sus doce jugadores y a los cuatro Vice-Capitanes les costará mucho asimilar y digerir esta derrota, si es que alguna vez logran digerirla.
La Ryder Cup cambia de rumbo en 1979 gracias a la aportación de los jugadores continentales, sobre todo, de los españoles.
La historia de la Ryder Cup comenzó a escribirse en 1927 en el Country Club de Worcester, en Massachusetts, con el enfrentamiento de un equipo británico y otro estadounidense capitaneados por Ted Ray y Walter Hagen, respectivamente. Se celebraba -y continúa celebrándose- cada dos años y el equipo británico sólo logró imponerse en tres ediciones: 1929, 1933 y 1957, las tres disputadas en el Reino Unido. En 1969, también en suelo británico, se produjo un empate.
En 1973 decidieron incluir a los jugadores irlandeses en el equipo pero, aún así, Estados Unidos continuó derrotando al combinado de Gran Bretaña & Irlanda hasta que Jack Nicklaus, en 1977, sugirió a la PGA Británica que abriese la mano a los jugadores del Viejo Continente, que en aquellos años dominaban en Europa, o la Ryder Cup estaba destinada a desaparecer ya que carecía de interés.
En 1979, Seve Ballesteros Y Antonio Garrido entraron a formar parte del combinado que a partir de entonces se denominó Europa, cambiando el curso de la competición que se ha convertido en el tercer espectáculo deportivo más visto del mundo. Desde entonces, la aportación de los jugadores españoles ha sido esencial en el desarrollo de la Ryder Cup: en el 85 conseguían una sensacional victoria en The Belfry (Inglaterra) con cuatro españoles en el equipo, y en el 87 lograban la hazaña al derrotar a los estadounidenses en su propia casa, esta vez con tres españoles en el combinado victorioso.