Golfconfidencial. La victoria de Tiger Woods en Bay Hill marca el regreso del “standard” en el golf actual. Desde su última victoria en un grande, allá por 2008 en Torrey Pines, muchos jugadores han ganado un “major”, sin Tiger en sus mejores condiciones o, al menos, en las optimas.
Jugadores del calibre del Phil Mickelson, Martin Kaymer y, últimamente, Rory McIlroy se impusieron en los grandes torneos e incluso ocuparon el trono del tigre como número uno del mundo, eso sí, sin que la sombra del “felino” les hiciera temer por su victoria.
Es cierto que Woods ha ganado algún que otro torneo desde entonces, pero ninguno con la suficiencia y categoría como lo hizo el pasado domingo en el torneo que apadrina otro “standard” del golf de toda una época: Arnold Palmer.
No fue la diferencia de golpes final lo que puede impresionar a sus adversarios con vistas a la cita en el Augusta National, sino la manera de jugar, firme desde el tee, recuperando sus viejos “stingers” , misiles aire-tierra lanzados desde la madera 3 ó el hierro 2 que terminan placidamente en el centro de la calle. Colocando la bola de segundo golpe cerca del hoyo, o en el centro del green, según demanda la estrategia de cada bandera, para terminar con un putt que esta cada día más cerca de aquel Tiger que en el año 2000 embocaba todo lo que tenía que embocar y que a punto estuvo de ganar el Grand Slam.
Más aun, sus adversarios en Bay Hill vieron a un Woods concentrado, con la típica mirada enfocada en su objetivo, sin un atisbo de duda. La misma mirada ambiciosa que sufrieron todos aquellos que osaron en su momento discutirle una victoria.
El “standard” ha vuelto y los demás ya saben donde está. Quienes aspiren al trono del golf deben medirse con él y estar a la altura que corresponde.
Hasta la próxima