Sergio García arrasó en su torneo. Es su primera victoria en tres años. En este tiempo se ha hablado de infinidad de historias. De su juego, de su vida privada, de su motivación para jugar al golf. Ayer todo quedo en el olvido. Se ha vuelto hablar de “Majors”, de edad idónea, que el primero dará paso a otros. Olvidamos lo más importante: a la persona.
Sergio, antes que profesional de golf, es persona. Hay que conocer su día a día, sus sentimientos sus sensaciones, que es importante para él y que no. Nadie, que no sea de su circulo más intimo, conoce la verdad de su vida. Si ganar un “major” es su obsesión en la vida, o tal vez solo sea divertirse jugando al golf.
En el mismo torneo hemos visto la otra cara de la moneda. Pablo Martín. El malagueño se retiró tras jugar cuatro hoyos de la primera jornada. No podía seguir, sus compañeros de partida, Thomas Aiken y Michael Hoey, lo corroboraron. No estaba lesionado, simplemente no podía seguir
La perdida de su padre fue muy dura de asimilar. Tampoco se ha divertido jugando al golf todo lo que hubiera querido. La expectativas originadas desde su época universitaria y la victoria en Portugal, siendo aún aficionado no ayudaron.
Son cara y cruz en este torneo. Su devenir en los últimos años, cada uno con sus peculiaridades, se asemeja. Se mueven entre la gloria y el fracaso. Talento les sobra a ambos para llegar donde quieran, donde se propongan.
Como cualquier profesional, en todos los ámbitos de la vida, necesitan que les lleven por el camino de la motivación, evitando de este modo, la invasión del hastío.
Hasta la próxima.
