Hace unos días en el La Herrería, con motivo de nuestro circuito de promoción Objetivo St. Andrews, tuve la oportunidad de charlar con Mariano Aparicio, veterano profesional de golf y mejor persona. Recordando viejos tiempos, se nos acerco un chaval – alumno de Mariano – junto con su padre, quejoso por la discusión con un compañero de partido, a cuenta del uso de un medidor láser.
El joven andaba enfadado por la posibilidad de ser descalificado, amen de haber perdido la concentración durante el recorrido. Justificaba su comportamiento, en que usó el medidor en un campeonato oficial la semana anterior y no había sido penalizado.
Más allá de las consecuencias que esta acción le pudiera acarrear al joven jugador, me gustaría centrarme más en las carencias que su juego tendrá a largo plazo.
Antes un inciso. El R&A ha autorizado el uso de esta ayudas hace poco tiempo, en ciertas condiciones y competiciones. En el mundo aficionado, el de socios de club, esta autorización no tiene más beneficio, que el que obtengan los jugadores sabiendo la distancia hay a bandera. Siéndoles más sencillo escoger el palo a jugar. Además del que obtienen los fabricantes de estos instrumentos. No iré más allá. Todos recordamos el cambio de los clavos metálicos por los de plástico y la normativa sobre los cuellos de los polos, inalterable en el tiempo, hasta que cierta marca vistió al numero uno sin el cuello tradicional.
Volviendo a los jóvenes. Siempre he defendido que este deporte no es solamente pegarle duro a la bola. Se requiere conocimiento del juego. Dominio las condiciones ambientales: viento, humedad. Lectura de los campos: diseño, movimiento de los “greenes” etc.
Hoy en día muchos de los nuevos jugadores olvidan estas lecciones. La generación de Mariano Aparicio aprendió a medir los campos en pasos, que se asemejan a las yardas de los libros de medidas. Usaban a Pitágoras cuando la bola se iba a zonas desconocidas y tiraban de talento natural cuando todo esto fallaba.
He visto a profesionales “clavar” la distancia y el palo a jugar por instinto. Eso no lo enseña un medidor láser. Sería una pena que las futuras generaciones no aprendieran a usar sus capacidades y las dejaran atrofiarse por una decisión más cercana a lo comercial que a lo deportivo.