La paleta del genio ampurdanés Salvador Dalí esta llena de colores, ricos y variados. Unos colores que reflejan la diversidad y riqueza del territorio gerundense, de sus gentes, de su historia, de su patrimonio, de sus fiestas… La Costa Brava se define con azules intensos y verdes de pinos que acarician suavemente las olas bajo el calido sol, y el Pirineo de Gerona con verdes amables que combinan con el dorado del sol y el azul del cielo infinito. Todo aderezado con los ocres y marrones del patrimonio, esculpido por diferentes culturas –desde los íberos hasta los romanos, pasando por los griegos-, cuya huella es aún visible por todo el territorio.
Las gastronomía, orgullo de la tierra, es rica en productos locales pero también en creatividad que ha conseguido maridajes como el “mar y montaña” y muchos otros que nuestro paladar no puede dejar de probar. Desde la cocina más clásica hasta la más innovadora, en sus comarcas podrá descubrir los sabores más auténticos y apasionados del Mediterráneo y también los más tradicionales del Pirineo.
Buscando la mejor posición para dar el primer golpe, uno no deja de pensar en la variada oferta gastronómica que se le ofrece al finalizar el día. Golpea la bola y, al ver como se cruza por delante del sol, piensa lo increíble que es, en cualquier estación del año y con una temperatura media de 16,5 ºC, se pueda disfrutar de un espacio tan excepcional en el que entre uno y la naturaleza solo existe la pasión por el golf.
Diez campos, diez recorridos sobe una geografía incomparable hacen que la práctica del golf en la Costa Brava esté llena de luz, a la altura de un paisaje singular y lleno de contrastes donde una naturaleza risueña evoca la esencia de las mejores genialidades.
Pero el premio principal lo tiene garantizado: la Costa Brava, un espacio divino.
